¡Yo-ho, lo que yace en lo profundo! ¡Yo-ho, lo que yace en lo profundo!
El rey reptador de las profundidades, a él le cantamos osunos y animales. A los perdidos que has destruido, a los que tus dientes han raído, allá en lo profundo y lo desconocido.
¡Yo-ho, lo que yace en lo profundo! ¡Yo-ho, lo que yace en lo profundo!
Una pescadora de mis antepasados, un cachorro despistado. El rey siempre su presa devora, pero fue insensato y en mala hora zampose al hijo de la pescadora.
¡Yo-ho, lo que yace en lo profundo! ¡Yo-ho, lo que yace en lo profundo!
Una lanza con una cadena acabó cumpliendo la faena. Lanzada con furia, se deslizó y en el costado se le clavó. ¡Destripado, el rey salado huyó!
¡Yo-ho, lo que yace en lo profundo! ¡Yo-ho, lo que yace en lo profundo!
Anzuelo Certero agarró el sedal que hacia el norte la quiso arrastrar. El reptador de las profundidades luchó y borrascas de Janthir atravesó hasta que a costas de oscura roca la lanzó.
¡Yo-ho, lo que yace en lo profundo! ¡Yo-ho, lo que yace en lo profundo!
Un relámpago al fin cayó que, certero, lo fulminó. El reptador yacía muerto y Anzuelo miraba con desconcierto.
¡Yo-ho, lo que yace en lo profundo! ¡Yo-ho, lo que yace en lo profundo!
Arrastrada a aquella playa, filo en zarpa, ahora se explaya destripando al reptador muerto y la panza le abre con acierto para liberar al cachorro de aquel entuerto.
¡Yo-ho, lo que yace en lo profundo! ¡Yo-ho, lo que yace en lo profundo!