Puse rumbo de vuelta a la heredad para reunirme con el resto del grupo, que estaba esperándome fuera. A Tristeza Latente la noté más tensa al verme entrar, sabiendo que me guardaba un secreto en la recámara que podría complicar su situación aún más. Pero Malice fue inmediatamente al grano: los titanes podrían estar a la defensiva. Atacar ahora, mientras se estaban recuperando de nuestros anteriores encuentros, debía ser nuestra principal prioridad. Antes de que pudiésemos seguir elaborando una estrategia, Pincho alejó nuestra atención del asunto que nos ocupaba. Aliso Estoico se estaba aproximando a la puerta y Tristeza Latente tenía que decidir qué historia contarle. Y rápido.
No nos correspondía inmiscuirnos entre una garra kodan y su hijo, así que Tristeza Latente me hizo un gesto de asentir para que le hiciese entrar. Esta conversación era inevitable. Él miró hacia ella de inmediato, claramente confundido; para él, en ese momento, Aurora Apagada estaba viva. Por suerte, Tristeza Latente se decantó por la verdad y desveló su auténtica identidad. Aliso se quedó comprensiblemente turbado, aún más de lo que lo estaba Pincho. El chaval intervino para defender las elecciones de Tristeza. Trató de asegurarle a su padre que la Aurora que conocían seguía con ellos, y que Tristeza Latente no era un peligro, pero a la garra le estaba costando asimilar la noticia, claramente. Se sentía traicionado. La vida de su hijo se había visto amenazada... y aún teníamos que matar a un par de titanes.
Por desgracia, no era el momento de darles vueltas infructuosamente al asunto. Aliso, aunque aún tocado, reconoció también la fugaz oportunidad de resolver nuestro mutuo aprieto. Se ofreció a unirse a su hijo en combate, aunque solo fuera por asegurarse de que tanto su vástago como su gente estarían a salvo. Pero su discusión con Tristeza Latente no es asunto zanjado; habrá que afrontarla en algún otro momento, inevitablemente.
Les pregunté a Tristeza y al resto cómo se sentían antes de partir; la culpa parecía pesarle enormemente en la conciencia. Sabe que es el momento de hablar con Aliso... y con Isgarren. Se acabó lo de esconderse. Lo único que la separa de ese momento son los dos titanes con los que hay que acabar.
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Nos dirigimos al paso de montaña, donde sospechábamos que se escondían Greer y Decima. Malice, Caithe, Tristeza Latente, Aliso Estoico y Pincho se preparaban para el combate.
Los titanes andaban cerca de una hematites, como cabía esperar; necesitaban desesperadamente curarse. Atacamos primero a Decima, que se interpuso entre nosotros y la hematites, mientras Greer se alimentaba desde una distancia segura. Cuando la debilitamos lo suficiente, pudimos neutralizar la hematites usando el Corazón de lo Oscuro, ¡justo como lo habíamos practicado! La explosión, aunque contenida, fue suficiente para interrumpir a Greer.
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Furioso por nuestra interrupción, Greer se lanzó hacia la arena para atacarnos a continuación mientras Decima se escabullía para deleitarse con otra hematites. Agotamos a Greer lo suficiente para conseguir que Decima dejara de engullir y, utilizando tácticas aprendidas a lo largo de nuestros encuentros, fuimos lentamente socavando su armadura hasta que ambos se sintieron débiles y con ganas de escapar.
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Con la hematites neutralizada y los titanes debilitados, era nuestra oportunidad de conquistar la batalla. O eso pensábamos nosotros...
Antes de que pudiéramos asestar los golpes de gracia, una tercera voz resonó bramando en el horizonte, frenándonos en seco y haciendo repuntar a nuestros oponentes. Se hacía llamar Ura y así fue como se nos desveló la presencia del tercer titán, o titánide en este caso. Aunque Decima dudaba si abandonar la lucha, Greer sí que se relajó al oír la voz de Ura. Ordenó a ambos huir y eso fue lo que hicieron, un poco a regañadientes. Me dispuse a perseguirlos, pero Ura levantó un muro de vapor, bloqueando nuestro avance. Pincho nos alentó a lanzarnos al ataque y todos mis instintos se mostraron de acuerdo, pero Tristeza Latente y Aliso Estoico nos urgieron a extremar las precauciones. No sabemos de lo que es capaz Ura; podría ser un ardid. Tuve que tomar la difícil decisión de abandonar la lucha y reagruparnos.