Contenido de Janthir Wilds

La cima del Balrior

De Guild Wars 2 Wiki
Ir a la navegaciónIr a la búsqueda

La cima del Balrior

Año
1337 d.É
Argumento
Janthir Wilds
Capítulo
La cima del Balrior
Localización
Costas Bajas
(Janthir)
Monte Balrior
(Janthir)
Nivel
80
Precedido por
La víspera del combate

La cima del Balrior pantalla de carga.jpg

Pantalla de carga de La cima del Balrior

La cima del Balrior es el decimotercero capítulo de la historia de Janthir Wilds y el tercer y último capítulo del Engendro Divino.

Objetivos[editar]

Recompensas[editar]

Guía[editar]

PNJs[editar]

[editar]

Mi historia[editar]

La cima del Balrior pantalla de carga.jpg

De buena mañana, me reuní con nuestro aliados al pie del Monte Balrior. Malice ya había estado explorando la zona y tenía la vista echada a un pequeño núcleo de ruinas que podrían servirnos para establecernos hasta que avanzáramos contra los titanes. Antes de iniciar nuestro ascenso, Caithe informó al grupo de que los refuerzos no nos llegarían a tiempo debido a que las condiciones meteorológicas eran más apremiantes de lo que habíamos anticipado. Las Mareas de Niebla se aproximaban. Con eso, nuestro margen de actuación para localizar y derrotar a los titanes se había reducido drásticamente.

Justo antes de ponernos en marcha, Valle Espinado se nos unió. No se resignaba a dejar que la garra de su aldea combatiese a los titanes sin su ayuda, así que insistió en sumar su destreza en combate a nuestro frente. Y así comenzamos el ascenso.

Avanzando montaña arriba, repelimos emboscadas de prole del titán y montamos un campamento en las ruinas para recobrar el aliento entre combate y combate. Durante ese respiro, Dagda nos informó de otra complicación: sentía que los titanes se habían separado y que cada uno de ellos estaba apostado en una zona distinta de la montaña. Con mente clarividente, Flecha Serena propuso que hiciéramos lo propio: dividirnos para conquistar a nuestros enemigos. Todos estuvimos de acuerdo: el plan del chaval era bueno. Dagda y Tristeza Latente exploraron el camino que teníamos por delante para localizar a Decima y Ura. Entretanto, el resto del grupo pusimos rumbo a Greer.

Nuestra criatura errante encontró el rastro del titán y nos dirigió hacia su guarida atravesando un traicionero paso de montaña.

Acorralamos a Greer en su guarida, aún debilitado de nuestro anterior encuentro. Como las Mareas de Niebla habían remitido, no había sido capaz de recuperarse por completo antes de nuestra llegada. Agotado y separado de los suyos, Greer se lanzó a la embestida y comenzó la lucha.

Malice sonrió con suficiencia a la bestia, que trataba desesperadamente de convencer a nuestra campeona charr de que siguiera a sus ancestros y cambiara de bando. Pero ella se limitó a resoplar, invirtiendo toda su rabia en el asalto. Ningún otro titán manipularía a los charr ni haría daño a los kodan si ella podía evitarlo. Y así fue como el Portarruinas acabó al fin derrotado.

Apenas sin tiempo para recobrar el aliento, el portal de Dagda apareció antes nosotros. Era hora de darle guerra a Decima.

Tras cruzar el portal, llegamos adonde Dagda. Estaba situada muy cerca de otro gran claro en lo alto de la montaña. Decima se encontraba un poco más adelante.

Cuando entramos, la voz enfurecida de Decima retumbó por toda la montaña. Su hermano había muerto y el combate que se avecinaba parecía inclemente. Aunque estaba también debilitada, sus feroces tormentas seguían arreciando. Para mi sorpresa, la voz de Pincho resonó con fuerza contra la de la titánide. Hizo acopio de todo el desprecio y la miseria que sentía por lo que los titanes habían infligido a su gente y todos seguimos la estela de su carga. Decima, sabiendo que era el final, bramó que se reuniría con su hermano en las llamas. Y así fue como sucumbió la Invocatormentas.

A pesar de nuestra victoria y el creciente optimismo, el grupo estaba al límite de sus fuerzas; solo Dagda y yo podíamos afrontar otro combate. Valle Espinado se ofreció voluntaria para velar por Aliso Estoico y el resto mientas[sic] Dagda y yo avanzábamos hacia Tristeza Latente y Ura.

Ya quedaba poco para exterminar la plaga de Janthir.

Dagda y yo alcanzamos a Tristeza Latente cerca de la cima de la montaña. Dejando a un lado un enorme fragmento de hematites, parecía un lugar sospechosamente vacío. Ni que decir tiene que no nos íbamos a dejar engañar por las argucias de la titánide. Aunque Greer y Decima ya hubieran sucumbido, aún debíamos enfrentarnos a la mismísima Ura. Toqué la hematites en un intento por atraer su atención y, como esperaba, hizo acto de presencia bramando. Por fin daba la cara la imperatrix de los titanes.

Era alta, con una robusta carcasa exterior mucho más resistente y fortificada que la de Greer y Decima. Vapores sulfurosos y un humo tóxico brotaban de las fracturas de su armadura, asaltando nuestro sentido del olfato; incluso los brujos se antojaban insignificantes en su presencia. Pero no sobraba tiempo para quedarnos observando. Ura olió el rastro de los cadáveres de Greer y Decima en nuestro atuendos y eso la hizo enfurecer. Nos atacó con todo su poderío, llenando la arena de géiseres explosivos que amenazaban con fundir nuestra carne y nuestros huesos.

Yo me dispuse a neutralizar las esquirlas de hematites activas con el Corazón de lo Oscuro y pudimos taponar los géiseres con los fragmentos más agotados. Eso nos dio suficiente margen como para montar a lomos de nuestras criaturas errantes y tratar de despojarla así de su armadura.

Tras unas cuantas rondas de desbaratar los intentos de Ura por conquistar la arena, tuvimos a la bestia acorralada. Con sus semejantes derrotados, nuestra adversaria estaba cada vez más cerca de sucumbir y, según mermaba su poder, al fin tocamos tierra para asestar el golpe de gracia. Ura estaba acabada.

Justo cuando empezábamos a saborear la victoria, Ura pronunció unas palabras que destruyeron cualquier sensación de seguridad: "Pues la puerta por la que vinimos sigue abierta". Murió regocijándose de nuestra ignorancia, sabiendo que quedaba un secreto desconocido cual escollo en nuestro camino. ¿A qué puerta se refería? A pesar de la victoria, nos quedamos sin habla. No sabíamos cómo encajar la ambigüedad de las últimas palabras de Ura.

Mientras Tristeza Latente y Dagda volvían para reunirse con nuestros agotados aliados en la aldea, yo decidí quedarme en lo alto del Monte Balrior unos instantes más. Permanecí junto al cadáver de Ura, reflexionando sobre todo lo que nos había acontecido hasta acabar en ese lugar. Aunque los tres ya sean historia, sigo sin respuestas a algunas preguntas. ¿De dónde proceden? ¿Qué los impulso a venir? ¿Y qué tiene todo eso que ver con la puerta que Ura mencionó? Hasta que no tenga explicación para todo, no dormiré a gusto.

***

De vuelta en la Guarida de la Cosecha, se respiraba cansancio y alivio en el ambiente. Flecha Serena explicó que, tras una batalla victoriosa, los habitantes de las tierras bajas lo celebran con una noche de merecido descanso. A mí también me pareció reconfortantes y recibí de buen grado el silencio de la Guarida de la Cosecha. Al menos, mientras duró.

Me reagrupé con nuestros aliados para comprobar que todo el mundo estuviera bien. Caithe y Malice ya habían puesto rumbo a casa, contentas de haber ayudado pero innegablemente aliviadas de poder volver a sus respectivas personalidades. Independientemente del desafío, Tyria siempre persiste.

Pincho sugirió que entrásemos; Aliso Estoico, Tristeza Latente e Isgarren habían estado aguardando nuestra llegada en medio de una atmósfera tensa y silenciosa. Y, en ese momento, Tristeza Latente desveló al fin su auténtica y completa identidad a la garra y a su hijo: que no solo era bruja, sino la mítica Voz de la ancestral historia kodan. Contó que la voz de Koda bramaba en su mente, casi al punto de hacerla perder el juicio, pero que Isgarren la ayudó a cortar esa conexión y así fue como, de algún modo, se hizo bruja.

Aliso estaba comprensiblemente agitado por esta nueva capa de engaño. Pincho, aunque turbado, parecía inclinarse más hacia la curiosidad que hacia el enfado. Antes de ir a reconfortar a su padre, le confirmó a Tristeza que podía contar con su apoyo. Un gesto de madurez, sin duda.

Cuando los tres estuvimos al fin solos, Isgarren, en un intento por distraer a Tristeza de su sentimiento de culpa, redirigió la conversación a asuntos más apremiantes. Antes de nuestra batalla en la cima del Monte Balrior, cuando Tristeza regresó conmigo a la torre del brujo para descubrirse ante Isgarren, la mención de Mabon había acallado a ambos. Cuando murió en Amnytas, Tristeza "sintió" la muerte de Mabon durante todo el camino en Janthir.

Isgarren reveló que Mabon había lanzado secretamente una protección sobre la ciudad de Bava Nisos tras la destrucción de los mursaat. La intención era proteger una puerta de la Niebla oculta en el corazón de la ciudad. Pero, al morir Mabon, esa protección se desvaneció. Isgarren sospecha que esa puerta es precisamente a la que se refirió Ura con su último aliento, aunque no tiene ni la menor idea de cómo se ha podido abrir, ni de si aún sigue abierta.

Localizar y sellar esta puerta es nuestra única prioridad. Emprenderemos rumbo a Bava Nisos antes de que más titanes (o algo peor) emerja de ahí.

Mi historia