Contenido de Secrets of the Obscure

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Año
1337 d.É
Argumento
Secrets of the Obscure
Capítulo
Última hora
Localización
Zona interior de Nayos
(Cuerno de Maguuma)
Nivel
80
Precedido por
Medidas desesperadas
Seguido por
Soberana de Nayos
API
707

La Última hora es el capítulo dieciocho de la historia de Secrets of the Obscure.

Objetivos[editar]

Recompensas[editar]

Guía[editar]

PNJs[editar]

Objetos[editar]

Diálogos[editar]

Mi historia[editar]

Secrets of the Obscure-El Rey de Medianoche-pantalla de carga.jpg

Eparch se había retirado a la torre central de Zakiros y en concreto a la sala del trono, ostensiblemente custodiada por su ejército, que aguardaba en la cúspide. Pese a que nuestras fuerzas estaban mermadas, se trataba de nuestra mejor baza para atacar al rey. Nephus ordenó a Dagda, Frode y Arina cubrir nuestros vulnerables flancos fuera de la ciudadela. Yo me uniría a Peitha, Nephus y Ramses en la maniobra final de avance hacia el Trono de Medianoche.

Sin embargo, Arina no había llegado hasta ese punto para dar media vuelta en el último momento, y eso fue precisamente lo que le dijo a Peitha. Peitha cedió y los cinco —un puñado de tyrianos y unos cuantos kryptis rebeldes— comenzamos el ascenso a la torre mientras Frode y Dagda desaparecían cruzando el portal para volver al coliseo.

Luchamos para avanzar rumbo a lo más alto de la aguja central de Zakiros, sin que Peitha, Nephus y Ramses dejaran de percibir la constante presencia del ejército leal aguardándonos.

A medida que nos aproximábamos al ejército, Ramses temió que estuviéramos marchando hacia una muerte segura. Era estremecedor escucharle decir algo así. Peitha confirmó que percibía el abrumado tamaño de las inquietas fuerzas que teníamos en contra. Su plan, al parecer, era intentar ganarse a parte de ellas para nuestro bando. De algún modo.

Ramses la interrumpió con incredulidad, y no puedo decir que no lo entienda. Pero Peitha contestó simplemente: "No hay otro modo".

Cuando estábamos a punto de alcanzar la posición de las fuerzas enemigas, Peitha y los demás kryptis percibieron que algo le ocurría al ejército y apretamos el paso. Nephus dio la orden de entrar y nos apilamos en el interior de la sala en cuestión, esperando ganarnos el favor de nuestros rivales, pero preparados para luchar a muerte. Pero, en vez de ese panorama, nos encontramos ante una enorme sala de relicarios, absolutamente llena de la esencia de kryptis muertos.

No había ejército alguno.

Entendí que lo que Peitha, Ramses y Nephus habían sentido era la esencia vibrante de incontables efectivos de su gente, sacrificados, fuera o no voluntariamente, para alimentar la fuerza de Eparch. Yo ya sabía que Eparch, Labris y sus seguidores habían consumido a muchos de los suyos. Lo había presenciado con Heitor e Irja..., incluso con el sacrificio de Labris en favor del propio Eparch. Pero esto... La magnitud era inimaginable. También me parecía difícil de imaginar el poder que Eparch debía de haber consumido al agotar los relicarios hacía tan solo unos minutos.

Ramses gimió de horror cuando Peitha recordó lo que Labris había dicho sobre aquello de la "fuerza para hacer lo que los kryptis de a pie nunca harían". Lo único que pude hacer es ayudar a Ramses a liberar la esencia de los relicarios, impidiendo así que acabasen consumidos en el futuro, o algo peor. Con cada segundo corriendo en nuestra contra, Peitha pronunció unas palabras rápidas para los muertos y avanzamos sumiso en un funesto silencio. Tras devorar incontables almas kryptis, Eparch aguardaba en la sala del trono que teníamos delante.

Dentro, el Rey de Medianoche se alzaba imponente sobre el Trono de Medianoche, un trono y un título que Peitha se propuso usurpar lanzándose a la guerra antes de que yo siquiera hubiese puesto un pie en Nayos o supiese de la existencia de los kryptis. Flanqueado por los inmensos generales gemelos Alkaeus y Zantharon, Eparch irradiaba control.

No habría negociación alguna: el rey exigía nada menos que la vida de Peitha. Zantharon le ordenó pronuncias sus últimas palabras. Pero las "últimas palabras" de Peitha no complacieron al rey, precisamente.

Gruñendo de rabia ante el insulto a su esposa y reina, Eparch perdió el control. Hambriento aún de más poder, el rey consumió a su general, Alkaeus, preso de una furia ciega y ante nuestra sorpresa. Zantharon, al ver a su hermano asesinado y absorbido por el rey al que había jurado lealtad, se volvió contra Eparch. El caos se apoderó de la sala del trono con los leales profiriendo acusaciones y cambiando de bando mientras el mismísimo Eparch atacaba indiscriminadamente.

Era prácticamente invencible. Por rápido que pudiéramos herir al rey kryptis, la fuerza de la esencia kryptis lo curaba aún a mayor velocidad. Ni tan siquiera Peitha, con todo su vigor, podría plantarle cara. Nuestro ataque estaba a punto de desmoronarse. Nuestra estrategia se venía abajo. Peitha caería derrotada. Eparch reinaría, sin nadie que se interpusiese. Debíamos retirarnos. Retirarnos o morir.

Pero un portal se abrió y de él surgió Isgarren.

El brujo y el Rey de Medianoche, cara a cara por primera vez en siglos, con un ardiente combate desatado a su alrededor. Me dicen que las tornar habían cambiado desde el último encuentro entre ambos; estaba claro que ni siquiera Isgarren era capaz de hacerle daño alguno a Eparch en las actuales circunstancias. O no solo, al menos.

Pero Isgarren no luchaba solo. Combinamos nuestras fuerzas —Isgarren y Peitha, conmigo blandiendo el Corazón de lo Oscuro— para golpear a Eparch con una magia suficientemente fuerte como para impedir su curación.

Con nuestros esfuerzos sumados, con Nephus y Ramses de nuestro lado y con el caos campando a sus anchas en torno al Trono de Medianoche, logramos al fin doblegar a Eparch.

En sus últimos momentos, el rey de los kryptis accedió a que Peitha reinase. Reconoció que ella sería quien tomaría el trono, que sería el nuevo Rey de Medianoche. Sabiendo su suerte sellada, Eparch no recurrió a gritar desafiante, para nuestra sorpresa, sino que urgió a Peitha a consumirlo. Para adueñarse de su poder y usarlo, como él había hecho, con el fin de liderar a los kryptis desde su posición de fuerza.

No vislumbré el menor atisbo de duda. Peitha elevó a Eparch por los aires y, acto seguido, haciendo gala de su poderío y su fuerza de voluntad, lo destruyó en pedazos. Me pregunto si se planteó, siquiera por un instante, consumir su poder. Probablemente nunca lo sabré.

Tras una tumultuosa campaña de triunfos y sinsabores, alianzas y desgastes, el Trono de Medianoche y el título de Rey de Medianoche eran ahora de Peitha. Isgarren había aguardado hasta el último momento posible para intervenir, pero el caso es que había acabado haciéndolo y, pese a que el general Nephus se aseguró de manifestar su frustración, los juicios más sensatos prevalecieron. Acordaron que Peitha pondría las cosas en orden y le haría una visita a Isgarren próximamente.

Nos despedimos brevemente de nuestros aliados kryptis, sabiendo que pronto volveríamos a vernos en la torre del brujo.

Mi historia