Aclarar mi mente en ese lugar era como pescar una canica transparente en una cantimplora llena de agua. Tenía la mente nublada. Me dolía la cabeza. Al respirar me ardían los pulmones. Pude escuchar a Arina en la distancia, reuniendo a los otros miembros del Resguardo Astral que se habían visto arrastrados a este misterioso reino.
Mientras recorría aquel lugar tan desconocido y amenazador, me vi asaltado por una voz atronadora. Antes de poder darme ni cuenta, me encontraba ante un monstruo vil y enorme. Merodeó en torno a mí por unos instantes, claramente jugando con lo que se suponía que era su comida. Sentía curiosidad por mi llegada, subrayando que había "viajado desde Tyria" para llegar... al lugar que fuera aquel.
Mientras la inmensa bestia danzaba a mi alrededor, sin atisbo de miedo alguno, otra voz me punzó los oídos. Según ella, el demonio de alas gruesas se llamaba "Cerus". Ese tal Cerus no me gustaba nada.
No acostumbro a fiarme de voces misteriosas de origen desconocido, sobre todo después de lo sucedido en la Hondonada de Gyala, pero cuando esta me dijo que corriese, decidí hacerle caso. Sé admitir una derrota. Morir en ese lugar tan sangriento a manos de Cerus, con esas alas tan carnosas, no era una opción. Me escondí tras los cascotes y los escombros para escapar de mi perseguidor, pero, antes de entrar a valorar mi inminente muerte, una llamada del equipo de comunicaciones se hizo oír a través de la bruma y el caos. Sonaba a Taimi, pero tampoco lo tenía claro. En ese momento, se abrió otro portal justo delante de mí y allá que me fui, para escapar de aquel trágico agujero infernal.
Cuando emergí en Tyria, estaba en el suelo. "¿Dentro, quizá?", pensé... Dos figuras se erguían ante mí, observando: Zojja, a quien no había visto en... años... y él. Un mursaat. Mabon. Se me heló la sangre.
La voz de Lázaro resonaba en mi cabeza. ¿Otro mursaat? ¿Aquí, en Tyria? Mi instinto me decía que luchase, que huyese, quizá, pero Zojja y otro norn llamado Frode me disuadieron. Me dijeron que ese tal Mabon era un aliado y, de algún modo, siento que todo lo que es para mí verdad va a dar un vuelco.
Cuando la visión de túnel desapareció, pude oír el chisporroteo de las llamas cerca y gritos. Fuera donde fuera aquel lugar al que había ido a parar, la lucha estaba fuera. Mabon partió en busca de los "otros brujos", agitando un incesante hervidero de preguntas en mi mente. Zojja y Frode me guiaban mientras avanzábamos. Teníamos que afrontar una lucha antes de poder seguir hablando.
Mientras combatíamos para abrirnos paso escaleras arriba, nos fuimos encontrando aún más de esas criaturas. Frode las llamaba Kryptis —una facción de demonios de un lugar llamado Nayos (que parece ser otro de los nombres que recibe el reino demoníaco). Emergieron aún más fisuras, y Zojja me hizo entrega de un peculiar dispositivo que llamó el Corazón de lo Oscuro. Me dijo que tenía la capacidad de sellar fisuras. Lo cogí sin dudar ni un instante; tampoco había otra opción.
Seguimos avanzando hasta emerger de la fortaleza. Garenhoff... No, Elona... Fragmentos de lugares salpicaban el horizonte ante mí, alzándose en el cielo. Otra voz desconocida rompió mi concentración. Un enano real, de carne y hueso (no hecho de piedra) y llamado Lyhr, de quien pronto supe que era uno de esos brujos, pedía ayuda desde las alturas. Me agencié una escamaceleste y alcé el vuelo.
Con la ayuda de Mabon, logramos eliminar el resto de las amenazas de los Kryptis. En un instante de respiro, de repente me convertí en el centro de todas las atenciones: nadie me conocía. Haciendo gala de una asombrosa paciencia, Mabon trató de guiarme a través de su viaje hasta el presente.
Esto es el Resguardo Astral. Protegen el Tribunal de los Brujos. Ah, y hay demonios. Muchos demonios.