Me reuní con lady Kasmeer y Navan en Shing Jea, donde hablamos brevemente de si podíamos fiarnos de Mai Trin. Kasmeer seguí sin fiarse de ella, pero nos pareció que con su ayuda teníamos más posibilidades de atrapar a Ankka.
El Ministerio de Tránsito fue una pesadilla burocrática que no desearía ni a mi peor enemigo. Mientras esperaba a que se tramitara mi autorización para viajar, decidí matar el tiempo echando una mano por la isla. Rama, agradecido por la ayuda, movió algunos hilos que aceleraron el papeleo.
Ya con todo en orden, me disponía a zarpar. Navan tenía un asunto de último hora que atender en Nueva Kaineng, así que me pasé a recogerle antes de partir.
La ciudad de Nueva Kaineng era realmente digna de ver. Nos reunimos con Marjory y Mai Trin en los muelles. Navan se marchó a ocuparse de sus cosas mientras Marjory y yo acompañábamos a Mai Trin a un puesto de fideos cercano: tenía una resaca de campeonato, y nos pareció que era mejora darle algo de comer antes de plantarla delante de nadie.
La situación se puso un poco violenta en el trayecto. Mai intentó disculparse por sus acciones y entablar algún tipo de vínculo, pero Marjory no estaba por la labor. La confianza se ganaba con hechos, no palabras.
De repente se oyeron gritos angustiados: en las cercanías, un mech de carga había enloquecido. Conseguimos neutralizarlo y llegó une ingeniere de tecnología de jade a evaluar la situación. Se llamaba Yao y, según dijo, estas averías en la tecnología de jade se habían vuelto cada vez más frecuentes durante el último año. En ese preciso instante, las arañas de jade que iban con Yao empezaron a descontrolarse también, aparentemente infectadas por el mech de carga.
Tras la batalla, Yao me dio mi propio de jade. (Espero que funcione mejor que los que hemos abatido).